domingo, 8 de noviembre de 2009

::AMIGAS::

- Te extraño.
-Yo también. Mucho.
La que sintió culpa, sin ser la culpable, tomó la iniciativa. Porque supo desde el comienzo que todo dependía de ella. Pero no da segundas oportunidades porque no cree tener la autoridad suficiente como para quitar las primeras.
Le explicó, con la voz quebrada, que la amistad no termina y vuelve a empezar. Más tarde, que entre ellas jamás había terminado. Y que eso no significaba hacer como si nada hubiese pasado. Porque entendió que la amistad no cuesta un beso, ni para ganarla ni para perderla. Que los amigos no son el espejo de uno, muchos pueden hacer lo que uno jamás haría. Y, finalmente, que el arrepentiemiento existe.
Las desilusiones duelen. Pero más duele no tener a quien siempre te comprendió.
La de remera rayada, que se jacta de autosuficiente y asegura que nada la afecta, necesita y extraña más que muchos otros. Tres meses y medio bastaron para calmarla, aunque no para curarle la herida. Le dijo que la extrañaba horrores. Que la necesitaba. Abrazó a la de camisa de bambula durante varios minutos. Ambas querían recuperar el cariño que no habían tenido, pero que sí habían necesitado. Se miraron, se rieron y caminaron juntas. Igual que hace años, pero de un modo distinto. Más sincero.
Los triángulos, ya lo comprobaron, no les sientan bien a ninguna. Entonces, decidieron seguir de a dos. Sin dejar de lado las heridas que se causaron. Porque no sólo la que peor estuvo fue la que lastimó. Ambas lo hicieron y se arrepienten de la misma forma. Tienen las mismas ganas de curarse y la misma necesidad de aliviarse. Por eso se entienden y se alegran del mismo modo ahora.
Nada cambió.
O eso cree y pretende la de rayas. Que es la misma que sintió culpa sin ser la culpable.
Por su parte, la de camisa se muestra feliz, aunque todavía no entendió que las palabras de agradecimiento no corresponden.
Ambas saben que la imprevisibilidad del presente las aqueja por separado y que aquello tiene que ver con el mismo asunto. Dejar de lado la incertidumbre es lo que les falta para disfrutar de la compañía como antes. Como siempre.

2 comentarios:

G. M. dijo...

Como antes
Como siempre
Para siempre

=)

Julio Martín. dijo...

Escribís como la puta madre, sentís como la concha de dios.